jueves, 14 de julio de 2011

Experiencias que curten el carácter y la heroicidad de sobrevivir 4 días comiendo regalices gigantes

Desde no volverse loco ante la perspectiva de tener que esperar solico y abandonado hora y media un autobús en una rotonda en mitad de ninguna parte a "¿qué puedo hacer aquí que no sea cascármela leerme este emparanoiante libro sobre supervivencia ante un brote zombi?" discurren el amplio espectro de castrantes situaciones con las que me he acostumbrado a lidiar en este paraje deshabitado de la Tierra Media. Después de un par de años, allí donde otros se habrían sacado el ombligo con un abrelatas oxidado yo he aprendido, gracias a la terapia psicológica y al humor con el que me tomo las cosas con ayuda de los estupefacientes, a llevar una vida más o menos normal.
PD: si alguien alquila un pisito en un sitio civilizado, que venga a buscarme (sí, es un reto)

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